lunes, 16 de junio de 2008

DIARIO DE GUERRA Entrada 002.

PERLAS DE ESPAÑA. Soy LOBO, y dentro de la jerarquía de los que componemos la estructura de la Nave Mundo soy el cazador, el guerrero, el estratega y el portador de la muerte y destrucción. Es mi misión observar la porción del planeta asignada y ese trozo de tierra que me vio nacer y que se llama España. He de observar, catalogar y estudiar sus puntos débiles, de que flojea y peca y ver como se puede aprovechar; pero también he de vigilar a los “otros”, a esos que esperan pacientemente su oportunidad para arrastrar a la Humanidad a una espiral de muerte, locura, violencia y caos sin precedentes, pues son los antiguos dioses y sus enloquecidas carcajadas aún hacen estremecer a los habitantes de este planeta.

Pero no solo hay que vigilar, sino que también hay que mezclarse con la gente, aprender, observar y catalogar. Esta es la sección que he dado en llamar “Perlas de España”, que es nada menos que los pequeños detalles que nos condenan a la destrucción y la decadencia. Fijaos en el ejemplo que voy a poner.

Estando en casa de unos amigos bolivianos y en compañía de una de mis mejores amigas (besos para Rosa), hablando de manera distendida, surgió el tema de la delincuencia y la droga. Una chica boliviana contó que el problema en España es que sus leyes son muy permisivas y que los jueces no viven con los pies en el suelo. Decía que en Bolivia es difícil entrar droga, no porque sus métodos de detección o controles en aeropuertos o fronteras sean muy efectivos, sino porque al que pillan introduciendo droga, aunque sea en dosis pequeñas, se le cae todo el peso de la Ley encima. Las condenas son largas, pudiendo ser cadena perpetua con toda facilidad, y el internamiento se lleva a cabo en centros saturados, donde es un infierno la reclusión y donde se te hace trabajar y penar a base de bien el error de haber intentando introducir droga. Por supuesto, al preso se le niegan privilegios, prebendas, ayudas y demás cosas y se puede decir que se pudrirá para casi toda su vida en la cárcel boliviana. ¿Terrible, dicen ustedes? ¿Tercermundista gritan aquellos mientras se desgarran los vestidos?

Lo peor viene ahora, pues esta misma chica boliviana puso el ejemplo de su país a cuento de que el hermano de una de sus amigas intentó introducir diez kilos de cocaína en España y, claro, lo pillaron, porque aquí nuestros métodos de detección son muy guays y la hostia en verso. Detuvieron al hombre y lo llevaron de inmediato a la cárcel a la espera del juicio, que fue en un par de meses. Condenaron al individuo, que encima era ilegal pues venía sin papeles, con carta de invitación de un pariente residente en España, a una pena de siete años y medio, pero debido a que cumplió unos meses ya en espera de juicio y a no sé que historia más (es que no pude entender que me quiso decir la mujer) al final la condena real fue de cinco años. El preso no estuvo ni tres años y medio en la cárcel, ya que la pena se redujo debido a que era inmigrante (aunque fuera ilegal). Lo mejor es que cuando salió este tipo de la cárcel lo hizo con los papeles en toda regla, ya que cumpliendo la pena en la cárcel pudo solicitar la tarjeta de residencia por arraigo y desde la misma cárcel pudo tramitar todo el papeleo. Además, salió cobrando paro durante un año y con un trabajo que le buscó la Administración.

La chica boliviana se hartaba de reír mientras explicaba todo esto, porque el chico este era un delincuente con graves antecedentes en Bolivia, y ahora viaja tan ricamente de España a Bolivia y viceversa y sigue traficando con droga y cometiendo otros delitos. Pero eso sí, los papeles los tiene en regla e incluso un trabajillo que le viene de perlas para justificar los viajes a España. ¿Terrible dicen ustedes? ¿Ya no se rasgan los vestidos aquellos que gritaban anteriormente? No sé ustedes, pero cuando me contaron esta historia sentí una bofetada en pleno rostro y un bochorno espantoso de España, de sus jueces y de la maldita estupidez que nos hace ser “diferentes a los demás”. Fin de la entrada 002. LOBO.

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