martes, 21 de julio de 2009

DIARIO DE GUERRA. Entrada 023. Ni libertad, ni democracia, vivimos engañados. Primera parte: La estafa electoral. La Ley de D’Hondt es una de las mayores estafas electorales que existe en una Democracia, y aquel lema que decía “un hombre, un voto” y que tanta sangre e innumerables sudores costó conseguir, se echa por tierra porque a unos listos les dio por inventar la susodicha y fascista Ley de D’Hondt.

Los españoles creemos, en su mayoría, que vivimos en una Democracia sana y que somos libres, que nuestro voto y voz cuentan, pero no es así, nos tienen engañados, nos tienen esclavizados en una aterradora dictadura partidista donde se nos impide pensar, decidir y tener voz en las decisiones que afectan no solo al devenir de nuestra nación y pueblo, sino a nuestras propias vidas privadas. Pero el español, quien lo iba a decir, drogado por el fútbol, narcotizado por la televisión basura, ninguneado por el brillo de las lucecitas de móviles de última generación, borracho, sobornado, con el culo gordo y el estómago saciado se deja engañar, humillar y hasta insultar por esta hez y plaga nacional llamada “políticos”. Vivimos en una partitocracia diseñada y organizada para dar el poder absoluto a los partidos políticos y quitar voz y poder al pueblo, así de claro.

A través de diferentes entradas, los tripulantes de la Nave Mundo os vamos a transmitir información que puede servir para abriros los ojos, aunque sabemos por experiencia que nunca se escucha, nunca se aprende y que es difícil luchar contra el sistema, pero más difícil todavía es luchar contra el bobo dominado por el sistema que se niega a comprender, temeroso que se le prive de su droga (móvil, tele, chismorreos, fútbol, coche…) y de su “libre y estupenda” vida.

Retrocedamos por unos momentos a la Grecia Antigua, a esa zona del mundo plagada de ciudades-estado de nombres épicos y fabulosos como Atenas, Tebas, Corintio, Argos o Siracusa, por poner tan solo unos ejemplos. Occidente debe mucho a la cultura griega, como a la cultura romana y la cristina, no en vano casi todo lo que tenemos, en lo que creemos y por lo que luchamos se basa en una serie de valores heleno-romanos-cristianos. Solo en países representados por esos valores, lo que se conoce como Occidente, esta la Democracia realmente asentada; en el resto del mundo es tan solo una estafa, no existe, es impensable o recién comienza a establecerse. Hay otros países que a pesar de no ser herederos directos de esos valores heleno-romanos-cristianos, tienen bien arraigada la Democracia por ser herederos de segunda mano de dichos valores, y aquí podemos poner a Estados Unidos, Canadá o los países latino americanos como ejemplo. La Democracia, por lo menos que sepamos, fue inventada por los griegos y llevada a su máxima por los atenienses. Sin entrar en detalles como funcionaba, y dejando de lado las sombras de la Democracia griega (no podían votar las mujeres, ni los esclavos, extranjeros…), centrémonos en las luces y pensemos que gracias al valor, al ingenio y la capacidad de sacrificio de los griegos podemos hinchar el pecho en la actualidad y decir aquello de: “soy afortunado, pues vivo en Democracia”.

Mas no es así, al menos en España. No vivimos en una Democracia, sino en una partitocracia. Los griegos sí vivían en una Democracia que no se ha vuelto a igualar hasta entonces; ni tan siquiera Inglaterra o Estados Unidos lo han conseguido, que son los dos países más democráticos que existen, por más que le pesen a muchos. En Atenas el dicho “un hombre, un voto” era un dogma de fe absoluto, mas, atención, para poder votar debías antes sacrificarte por la patria (entiéndase por patria la ciudad-estado) y solo entonces, cuando eras un ciudadano que cumplía con sus deberes, se podía votar. Porque votar era un privilegio de hombres libres, un privilegio que se daba como premio al trabajo, al esfuerzo y el sacrificio particular destinado al bien común de la ciudad. El voto no era un derecho, ni era algo banal y superficial. Era lo más importante y donde giraba toda la política griega. Los atenienses elegían por votación a sus líderes, almirantes, generales, recaudadores de impuestos, embajadores, jueces y toda la parafernalia necesaria para poder mantener en funcionamiento la sociedad. No solo elegían personalmente a quienes le representaban y ostentaban puestos de poder, sino que también se votaba todas y cada una de las leyes que se proponían y todas y cada una de las propuestas de sus líderes. Así, era necesario que el ciudadano votara libremente si se debía ir a la guerra, aumentar los impuestos, destinar la cosecha para ayudar a las colonias del Egeo, desviar fondos para sobornos, construir templos, reparar las murallas, fabricar una nueva armada, etc. Se votaba en persona, no se podía delegar dicha tarea y el sistema era el más sencillo posible: delante de todos, en dos grandes tinajas vacías, y ante la mirada de una delegación elegida ese mismo día, cada ciudadano tomaba una piedrecita de forma redonda; negra era no, blanca era sí. Dependiendo del color se depositaba en la tinaja, se procedía al recuento y se daba a conocer el resultado.

Esto es un somero resumen del sistema democrático griego, que en realidad era un poco más complicado, pues existían facciones, partidos rivales, se debían debatir las propuestas, los diferentes líderes realizaban discursos y muchas cosas más, pero solo con esto uno comprende cuan alejados estamos de la verdadera Democracia y que bien engañados nos tienen. Ahora se nos dice que vivimos en un Estado democrático sin igual, pero en realidad no solo es una estafa nuestro sistema, sino que además es anticuado, pues para empezar, ya solo la ley electoral española es fraudulenta y en nada se corresponde a ese lema hermoso, maravilloso, que es “un hombre, un voto”.

No vamos a explicar aquí como funciona exactamente la Ley de D’Hondt, pues entonces la entrada se haría bastante larga, pero es fácil saber como funciona. Tan solo busca en un navegador y encontraras fastuosas explicaciones y cientos de organigramas y dibujitos que te lo harán entender mucho mejor de lo que podríamos hacerlo nosotros. Baste decir que la Ley de D’Hondt se implantó en España en el año 1978, cuando se creó la Constitución española y pensando que así se conseguía un sistema judicial justo y equitativo. Puede que así fuera en 1978, pero desde entonces España ha evolucionado mucho, e involucionado en otros aspectos, y la Ley de D’Hondt ya no tiene la misma validez ahora que en 1978. Para empezar a comprender que ya esto funciona mal, hay que entender que la Democracia, al contrario que una dictadura militar, religiosa o política, debe ser flexible, tiene que adaptarse a los tiempos y a las personas y no convertirse en algo rígido, arcaico y lleno de anacronismos, como es la Constitución española. Se nos impone la Constitución casi como si fuera un libro sagrado, inamovible y dogmática, haciéndonos caer en una dictadura constitucional sin posibilidades de cambio, siendo curioso que aquellos que más chillan histéricos por proteger nuestra arcaica Constitución son los que más se la pasan por el forro de sus partes.

Resumiendo, la famosa Ley de D’Hondt dice que un voto al partido fascista de ERC vale más que 100 votos a IU, UPyD, PP o PSOE, por ejemplo, y que un voto rural vale más que un voto emitido en un entorno urbano, como puede ser Madrid, Barcelona o Valencia. ¿Qué hay de aquello de “un hombre, un voto”? Pues con la Ley de D’Hondt, como lees, no existe. Es decir, que partidos minoritarios como ERC, PNV, Coalición Canaria o CIU llevan décadas obteniendo votos de manera insultantemente más fácil que cualquier partido no “nacionalista”. Por eso se explica que un partido con apenas 300.000 votos (cifras aproximativas y orientativas), como puede ser ERC, tenga 7 diputados y otro como IU, con 800.000 votos, solo dos escaños en el Congreso. A esto, en el lenguaje de los listos, se le llama tiranía minoritaria; en vuestro lenguaje se llama Democracia. Partidos con muy pocos votos, solo por el hecho de ser considerados “nacionalistas”, obtienen gobiernos y poderes que no se merecen, llevando a España al borde del colapso territorial y social como estamos viendo en estos últimos tiempos, siendo además auténticos chantajistas que mantienen en jaque a un partido mayoritario con 12.000.000 de votos con sus apenas 300.000 votantes; demencial.

Es por esto que partidos como IU, CDS o UPyD se quejan amargamente de lo injusto de la Ley de D’Hondt; claro que IU o CDS tuvieron en su momento la oportunidad de cambiar la Ley y no quisieron. Los partidos grandes, PSOE y PP, también se quejan, pero con la boquita pequeña, porque la Ley de D’Hondt favorece a los partidos más votados, ya que se empiezan a repartir escaños a raíz del partido más votado, se pasa al segundo más votado y así sucesivamente, y ya sabemos que siempre los dos primeros son PP y PSOE. Así se explica lo difícil que es en España que los partidos se vayan alternando en el poder, ya que el primero obtiene más diputados de manera más fácil e injusta que el resto de los partidos políticos. Vamos, que si no hay vuelco electoral, es muy fácil que se perpetúe en el poder el mismo partido durante décadas, como por ejemplo el PSOE en el Gobierno, o en Andalucía, o el PP en Madrid y Galicia, o PNV en el País Vasco. Una Democracia no es sana si no se alternan los partidos y hay un constante flujo de ideas y sangre nueva. Si eso no es así, se convierte en una Democracia corrupta y fascista, como nos esta ocurriendo, teniendo como mayor ejemplo lo que pasa en México o ahora en Venezuela o Bolivia. PSOE no cambiará la Ley de D’Hondt porque no le conviene y el PP se queja de lo injusta que es; pero el PP tuvo el poder con mayoría y tampoco cambió la Ley, ya que en ese momento le beneficiaba.

Algo que es verdaderamente hiriente es el voto rural, creado en 1978 en un momento en que España era todavía campestre, y se hizo para evitar que las ciudades, siempre alejadas de los intereses rurales, impusieran su opinión al entorno rural, ya que las ciudades, por lógico número, dan mayor cantidad de votos y poder. Claro que la España actual ya no es la misma que la de 1978, estando el campo prácticamente despoblado y la agricultura en vías de extinción. Vivimos en una rosquilla de país, donde la concentración de habitantes es en las costas, en grandes ciudades y capitales, y en el centro, en Madrid y sus constelaciones de ciudades. Algo que no existe impone su mayor poder de voto en la inmensa población, que es la mayoría, que vive en las ciudades. Ya no es el campo quien sostiene a España, para colmo casi todo lo importamos, sino que son las ciudades quienes sostienen, con sus industrias e impuestos, al país y a un entorno rural casi inexistente y en algunos sectores inútil y parasitario. No es de recibo que cuatro votos emitidos en un pueblo extremeño, sin ningún tipo de valor estratégico comercial, social o económico, valgan más que 4.000 votos emitidos en Madrid o Barcelona. ¿”Un hombre, un voto”? De nuevo vemos que no. Los grandes partidos, PP y PSOE, y los llamados “nacionalistas” no desean cambiar esto porque el entorno rural, aunque siendo casi nulo en población, les dan muchos votos y escaños.

Siendo todo esto ya preocupante, es todavía más insultante la cuestión de como, cada tras elección, los partidos se reparten la tarta y proclaman doctrinas tales como “todos hemos ganado” entre sus votantes adeptos y sectarios. En una Democracia que se enorgullezca como tal, no puede gobernar con holgada mayoría un partido que obtenga el 44% de los votos, pero en España esto ocurre. Si hay algo que nunca miente, a pesar de lo que digan los políticos, son las matemáticas. Si en España vivimos 46.000.000 de españoles (datos aproximativos), siendo de ellos unos 30.000.000 aptos para votar y un partido obtiene en unas elecciones 10.000.000, ¿cómo es posible que este partido se proclame ganador por “mayoría absoluta” cuando claramente se ve que no es así? Pues porque no nos encontramos en una Democracia sana, pero no me entiendan mal, porque claro que el partido más votado debe gobernar, pero lo que hay que eliminar es ese sistema de las “mayorías” para evitar que sucedan injusticias como los famosos pactos post-electorales. Debe mandar quien gane, con un número mínimo, y si no se obtiene, se vuelve a convocar elecciones hasta que se obtenga.

Porque esto, si no se hace así, da pie a las mayores injusticias que existen en España, que es que partidos que son claramente los menos votados se hacen con el poder a través de pactos y traiciones a sus votantes y a España. Los casos más graves los hemos visto en Cataluña con el tripartito, PSC, ERC e ICV-EUiA, quitando el poder a CIU que fue el partido más votado; o en Galicia, donde el PP perdió el poder por solo un diputado mientras que el PSG y BNG se unieron y consiguieron el poder; o recientemente en el País Vasco, que aún siendo esperanzadora la unión de PP y PSV para expulsar al partido nazi y pro-etarra del PNV del poder, no deja de estar dicha unión cimentada en una injusticia que es que los partidos menos votados pueden unirse, obtener una “mayoría” y gobernar. En su increíble cinismo, los políticos llaman a estos verdaderos golpes de estado “la voluntad de la ciudadanía, que deseaba un cambio”. Encima nos tratan como a tontos.

Nuestro sistema electoral es un timo, un galimatías, una injusticia anticuada que en nada favorece los intereses de los españoles. Esta pensado para que los tiranos se perpetúen en el poder, para que los fascistas y los nazis sigan chupando dinero y sangre de España y socavar sus cimientos y para que los votantes, los listos, se desesperen en su impotencia de ver como sus votos no sirven para nada; los no listos, la gran mayoría, son aquellos que creen vivir en “libertad y Democracia”. Un hombre, un voto, es la esencia de la verdadera Democracia; el vencedor debe gobernar con el consenso del pueblo, es la idea de la Democracia; la oposición debe trabajar para velar por la integridad del Estado y esforzarse con su trabajo en convencer a los votantes y no en hundir al Estado y mucho menos dinamitar todo aquello que haga el Gobierno, es lo mínimo que se espera en una Democracia. A pesar de los siglos transcurridos, los atenienses aún siguen siendo verdaderos hombres libres, nosotros no. Continuará… Fin de la entrada. LOBO.