viernes, 12 de diciembre de 2008

LA CRISIS SE VEIA VENIR DESDE HACE LUSTROS

Acabo de ver esto en un blog, y me tomo la libertad de copiarlo, por que asi me ahorra currame yo ciertas explicaciones que tenia pendientes:

es un articulo de PEREZ REVERTE que escribio hace unos 10 años, con sus temores por las consecuencias del LIBERALISMO SALVAJE.


“Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del computador, su futuro y el de sus hijos. Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o de un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro.
Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio -o al revés-, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capital management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del domingo.
Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará a usted el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo; porque siempre ganan ellos, cuando ganan, y nunca pierden ellos, cuando pierden.
No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tiene que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro.
Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder; el riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia. Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados.
Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días.
Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.
Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad. Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces -¡oh, prodigio!- mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no.
Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros. Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda.
Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la pagan con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con sus puestos de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.
Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.
Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza”.

lunes, 8 de diciembre de 2008

DIARIO DE GUERRA. Entrada 016.

Sin memoria histórica. Francisco Hernández, uno de los mejores científicos del siglo XVI. Muchas veces se tiende a pensar que el siglo XVI para España solo supuso una serie de portentosas conquistas y épicas batallas que dieron lugar a un imperio donde nunca se ponía el Sol, pero pensar eso no solo es un error, sino que se demuestra cuan grande es la ignorancia respecto a nuestra Historia.

España, durante el siglo XV y XVI no solo fue una potencia intratable en el terreno militar, sino que fue también pionera y adelantada en otros aspectos, tales como la cartografía, la navegación, las ciencias, la poesía, literatura, pintura, exploración, teología y enseñanzas, y de todas partes de la cristiandad acudían los estudiantes a las universidades españolas a estudiar y escuchar a los grandes oradores del momento. Porque España fue, durante esos siglos, la más adelantada y grande de todas las naciones y la que con más esplendor brilló, tanto para lo bueno como para lo malo. Es muy fácil caer en la tentación de poner a una España atrasada, intolerante y fanática, pero eso forma parte de la Leyenda Negra y de la envidia que las demás naciones nos tuvieron, incapaces de eclipsar el poderío español recurrieron al embuste, la exageración o la perfidia, y a día de hoy tales villanías han calado hondo en la sociedad española. España estuvo más atrasada, analfabeta e impotente en el siglo XVIII y buena parte del XIX, que en el XV o XVI.

La ciencia de aquel entonces, la del siglo XVI, era muy diferente (o quizás no tanto) a la del siglo XXI, y comenzó a sufrir un fuerte desarrollo por toda Europa tras el lapsus milenario que supuso la Edad Media. Las ciencias “fuertes” por entonces eran la náutica y la cartografía, y de las ramas de la física las relacionadas con la construcción y con la militar, tal y como demandaban las necesidades de la época. Las más “débiles”, entre otras, eran la botánica y la zoología, más que nada, porque desde la época de la Roma Imperial a casi nadie le había hecho furor el estudio de la Naturaleza, pero sobre todo porque faltaba un trabajo exhaustivo de clasificación en el que poder basar los estudios posteriores. Puede que algún griego o romano hubiera hecho un trabajo tan arduo, pero si fue así, no ha conseguido llegar hasta nuestros días. Así pues, ¿quién iba a abordar un trabajo tan monumental como el tener que clasificar toda especie animal, mineral y la flora de por entonces? ¿Y qué nación podía disponer de recursos para tan ciclópeo empeño? Pues aquí es donde entra el doctor Francisco Hernández y el rey Felipe II.

La Conquista de América supuso un hito histórico y la oportunidad de empezar muchas cosas, pero también supuso un cambio de mentalidad no solo para España, sino para toda Europa. Las ciencias irrumpieron con más fuerza que nunca.

Francisco Hernández nació en la Puebla de Montalbán, en Toledo, en 1514. Estudió medicina en Alcalá de Henares y ejerció medicina en el Hospital de la Santa Cruz de Toledo y también en Sevilla. Allí se casaría con Juana Díaz de Paniagua, que le daría dos hijos. En Sevilla Hernández descubre la obra del médico Nicolás Monardes, que fue el primero en informar sobre los productos naturales que provenían de América y sus propiedades curativas. Esta era la gran novedad del siglo: los españoles estaban descubriendo los secretos de la medicina natural americana, sus plantas y formulas. En 1560 entra en el Monasterio de Guadalupe, con los frailes jerónimos, haciendo disecciones anatómicas, cirugía, organizando el jardín botánico, estudios sobre la Naturaleza… En Guadalupe alcanza el grado de magíster, y en 1567 es nombrado médico de cámara de Felipe II.

Felipe II, a pesar de la Leyenda Negra, era un hombre apasionado por el conocimiento y un amante de los libros, hasta el punto de que se convirtió en el mayor coleccionista de libros del siglo. En 1576 atesoraba 4.545 volúmenes y 2.000 manuscritos y a su muerte, en 1598, ya alcanzaba un total de 14.000 volúmenes, la mayor biblioteca del mundo. En El Escorial constituyó un gran centro de investigación y donó a la biblioteca 4.000 volúmenes de su colección privada, enviando además eruditos por toda Europa y España en busca de libros para añadir a la colección de El Escorial. Así nació la biblioteca Laurentina: un colosal proyecto de investigación con el mejor fondo de códices griegos y la mejor colección europea de manuscritos árabes. Felipe II supo que el descubrimiento y la Conquista de América era un hito histórico y la oportunidad para abordar un proyecto gigantesco y ambicioso: recopilar, en un plazo de cinco años, toda la vida natural de los nuevos reinos, pasa saber que hay allá y como se puede utilizar. Encomienda la ciclópea tarea a Francisco Hernández Protomédico de las Indias y pone a su disposición medios considerables: un asistente, el propio hijo de Hernández, un técnico, un cosmógrafo y un amplio equipo de médicos, boticarios, herborizadores, amanuenses, dibujantes, pintores… y dinero, soldados y barcos.

El trabajo de Hernández será espectacular. Viajara por todas partes, desde la altiplanicie central, el mar del sur, Oaxaca, Michoacán e irá recogiendo muestras y material botánico. Los cinco años se convertirán en ocho y su método, su manera de investigar van a ser muy importantes para las ciencias del futuro, porque son un perfecto ejemplo pionero de la ciencia experimental. El método de Hernández consistirá en un sistema de fichas normalizadas sobre cada especie vegetal, sobre cada piedra y animal, tipo descriptivo, por escrito, acompañado de dibujos. Fruto de este titánico trabajo fueron veintidós volúmenes escritos en latín que se convirtieron en la enciclopedia natural más importante del mundo, convirtiéndose en la principal referencia de los naturalistas europeos hasta bien entrado el siglo XVIII. Por desgracia, en un incendio se perdió la obra original de Hernández, pero gracias a la previsión de Felipe II que mandó hacer una copia resumida de la obra pudo sobrevivir la portentosa investigación del médico toledano.

Hernández regresó a España, donde permaneció en Madrid trabajando en su obra que estaba traduciendo al náhuatl, la lengua de los mexicas. Murió en 1587 y se ignora en que condiciones, ya que es muy usual que en nuestra Historia a los grandes hombres se les aparte un lado y se les olvide. Como diría un ilustre medico mexicano: “Tan injustos han sido sus compatriotas con este eminente varón, que aún se ignora el lugar de su sepultura”. E injustos continuamos siendo con Francisco Hernández, pues de él no se habla en las escuelas, ni en los libros de Historia se le menciona, y apenas hay español que sepa quien fue este grande entre los grandes, un gigante que supo estar a la altura del Imperio más colosal de su época y de una España madre no solo de conquistadores y estrategas militares, sino también de genios, científicos y mentes privilegiadas. Gloria inmortal para Francisco Hernández, y vergüenza para los españoles por olvidar su historia, su gesta y a quienes la protagonizaron. Desde la Nave Mundo se transmiten dos mensajes: uno es para ensalzar la figura de Hernández, y el otro para denunciar la apatía, desidia, analfabetismo salvaje y miseria de una España que solo piensa en emborracharse, drogarse y vivir dándoselas de listos cuando en realidad somos cafres que abandonamos y olvidamos nuestra Historia, condenados a repetir una y otra vez los errores del pasado. Fin de la entrada. LOBO.